miércoles, 9 de mayo de 2007

LA LUZ

Con este poema vuelvo al tema que ya propuse: en busca de la felicidad. El poema es de un autor murciano, sino me equivoco el más famoso escritor murciano de la actualidad, Eloy Sánchez Rosillo. Y el poema lo he sacado de su libro: "La vida". Sin lugar a dudas, y logicamente, el hombre expresa con su poema "La luz" perfectamente y de manera más sencilla y eficaz lo que yo traté de plasmar en el mío de "eterno relámpago" que escribí en "en busca de la felicidad".

Aquí tenéis el poema:

LA LUZ

No se puede prever. Sucede siempre
cuando menos lo esperas. Puede pasar que vayas
por la calle, deprisa, porque se te hace tarde
para echar una carta en correos, o que
te encuentres en tu casa por la noche, leyendo
un libro que no acaba de convencerte; puede
acontecer también que sea verano
y que te hayas sentado en la terraza
de una cafetería, o que sea invierno y llueva
y te duelan los huesos; que estés triste o cansado,
que tengas treinta años o que tengas sesenta.
Resulta imprevisible. Nunca sabes
cuándo ni cómo ocurrirá.

Transcurre
tu vida igual que ayer, común y cotidiana.
"Un día más", te dices. Y de pronto,
se desata una luz poderosísima
en tu interior, y dejas de ser el hombre que eras
hace sólo un momento. El mundo, ahora,
es para ti distinto. Se dilata
mágicamente el tiempo, como en aquellos días
tan largos de la infancia, y respiras al margen
de su oscuro fluir y de su daño.
Praderas del presente, por las que vagas libre
de cuidados y culpas. Una acuidad insólita
te habita el ser: todo está claro, todo
ocupa su lugar, todo coincide, y tú,
sin lucha, lo comprendes.

Tal vez dura
un instante el milagro; después las cosas vuelven
a ser como eran antes de que esa luz te diera
tanta verdad, tanta misericordia.
Mas te sientes conforme, limpio, feliz, salvado,
lleno de gratitud. Y cantas, cantas.

5 comentarios:

Álex dijo...

Es curioso que casi todos los comentarios que habéis registrado sobre este asunto de la felicidad confluyan en considerarla como una emoción: tanto los poemas como los comentarios de Javier hablan de eso, de emociones; también Raquel dice que la felicidad "es una emoción que no podemos ver,ni tocar pero sí sentir"; HS también comienza su escrito afirmando que la felicidad "Es uno de los sentimientos más anhelados".

Sentimiento, emoción transitoria... ¿Es la felicidad un sentimiento, una emoción? De ser así, nuestra felicidad no dependería realmente de nosotros, sino de que nos sobrevinieran -nos atraparan- unas emociones que, por definición, escapan a gran medida de nuestro control: las emociones o sentimientos no son algo que hagamos, sino que sufrimos. Frente a ellas no somos sujetos activos, sino pasivos...

Por tanto, creo que hay un primer problema muy serio que deberíais considerar cuando entendéis la felicidad como sentimiento o emoción: ¿la felicidad es algo que podamos conseguir, que esté a nuestro alcance por lo que hagamos o sólo cabe esperar de forma pasiva esos momentos de emoción intensa y bienestar sentimental (esos momentos que dice Raquel que "te hacen sentir lleno de vida e ilusión"), momentos que no controlamos en sentido estricto?

Hay otras dos ideas que habéis señalado en relación con la felicidad. Una es entenderla -de nuevo en palabras de Raquel- como una especie de "ausencia de sufrimiento" o, dicho al revés, de estado generalizado de placer y bienestar. Esto es lo que sostienen los hedonistas, y por eso proponen que el hombre se dedique a buscar el placer y a evitar el sufrimiento. Problema: el placer se devalúa conforme lo disfrutas (si a alguien le gustan mucho las pipas, al principio le causa mucho placer comerlas, pero si sólo comiera pipas, el placer que esto le supondría al final sería mínimo, o inexistente). Por ello no es de extrañar que los hedonistas convencidos acabaran por suicidarse, dado que conforme uno se hace más incapaz de sentir placer o bienestar (por la edad o el hastío) la vida pierde su sentido...

La otra idea que tocáis es la de la felicidad como aceptación o, como señala HS, armonía. Ésta es la postura de los estoicos, que creían que la felicidad consistía en esa armonía entre el hombre y la naturaleza, de manera que para ser feliz bastaba con aceptar (estoicamente) lo que la vida nos deparara, sin que esto nos alterara lo más mínimo... En realidad, llevado a sus últimas consecuencias, este ideal de felicidad lleva a una búsqueda de "imperturbabilidad", de que nada nos afecta. En definitiva, a una aniquilación de todo sentimiento o emoción, que son sustituidos por la aceptación que busca la armonía. Supongo que sobra decir que la mayoría de los estoicos también acabaron por suicidarse como modo de alcanzar de manera definitiva esa armonía...

Como véis, no ofrezco respuestas. De momento sólo os presento los problemas -serios, muy serios- de lo que habéis dicho sobre esta cuestión tan fundamental. Con lo que vuelvo a plantearos la primera pregunta para que compartáis vuestras reflexiones al respecto: ¿deberíamos entender la felicidad simplemente como un sentimiento, un estado emocional?

Javier Arturo dijo...

Creo que la felicidad tiene algo de racional y algo de espiritual.

Al igual que dices que los estoicos buscaban una armonía entre la naturaleza y el hombre, un estado de "imperturbabilidad", y siendo irrealizable esa idea, debido a que frente a los sentimientos somos sujetos pasivos y no podemos controlar nuestras emociones, y por ese "ideal inalcanzable" en su vida se suicidaban... La felicidad también es algo que en ocasiones no se puede controlar, porque la felicidad "también" es un estado de ánimo.

Es racional hablar de una felicidad construida a partir de nuestros esfuerzos, de la perseverancia, de seguir fielmente un modo de vida escogido: casarte y crear una familia, ser soltero/a, ser cura, ser misionero, ser médico, ser profesor, etc. La felicidad, es una actitud de vida. Por supuesto que la mente y el raciocinio es influyente en la felicidad. Cómo decido yo tomarme un hecho, una situación de manera que me haga crecer, madurar, aprender, "sentirme" realizado con lo que hago.

Está claro, la felicidad es algo que hacemos, algo que vamos contruyendo mientras caminamos por los senderos de la vida. La felicidad "se encuentra actuando". Pero la felicidad también se siente: una mamá cogiendo a su niño/a por primera vez en brazos está "sintiendo" felicidad, y está "actuando" según un camino que ella eligió para guiarle a la felicidad.

La felicidad no es sencillamente una emoción, pero también es una emoción. No es sólo un estado emocional, pero también es un estado emocional.

A veces pienso que la felicidad es que un día avanzado en años mires atrás y te sientas orgulloso de lo que has construido, del bien que has hecho, de lo que has realizado. Si yo llegara a viejo, y tuviera esa percepción de mi vida, apostaría lo que fuera a que lloraría de felicidad, de nostalgia, de bienestar... Sin embargo, quizás nunca lleguemos a sentir ni a entender plenamente qué es la felicidad. Quizás la felicidad, ese cielo, karma, o como se quiera llamar, no sea algo alcanzable para un mortal. Quizás la felicidad sea hacer lo que uno buenamente pueda con su vida y el resto se nos otorge por añadidura...

raquel dijo...

La definición que di al principio de felicidad, definiéndola como ausencia de sufrimiento, un estado de bienestar ideal, fue la que considero que es la deseada por el ser humano, sin embargo luego dije lo que significaba para mí; y quizás no escogiese el término más adecuado, pues la felicidad no es una emoción propiamente dicha, es verdad que tiene componentes que forman parte de las emociones pero no es considerada como una emoción sino más bien como un sentimiento, pues no es lo mismo emoción que sentimiento.


Hay una gran controversia acerca de si la felicidad depende de los acontecimientos externos, materiales, o por el contrario de nuestras disposiciones internas. Desde un punto de vista psicológico el bienestar subjetivo de la persona para mí tiene mayor relevancia, y no por esto somos sujetos pasivos como dice álex, con lo que no estoy nada de acuerdo. Ya que frente a estos sentimientos somos nosotros precisamente los que procesamos lo que ocurre a nuestro alrededor, así pues una de las teorías cognitivas de la emoción supone que el determinante fundamental de la experiencia emocional es el modo en que se evalúa cada evento o situación: lo que nos hace sentir alegría o pena no es la percepción de algo que tiene como propiedad intrínseca producir ese sentimiento, sino nuestra particular interpretación de ese “algo” como suceso entristecedor o de alegría.
Esto quizás se entienda mejor con esta frase” Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”.

Sigo pensando que la felicidad se compone de pequeños momentos , pues nadie es feliz todas las horas del día, creo que su característica principal es su futilidad, es decir, su capacidad de aparecer y desaparecer a lo largo de nuestras vidas.


Si el considerar la felicidad como algo muy bueno, positivo, placentero, que no te haga sufrir y de bienestar es como dice álex lo que sostienen los hedonistas pues entonces todo ser humano sería hedonista no?, la mayoría de nosotros busca cierta clase de felicidad, de paz, de lugar mágico, pero lo cierto es que no disfrutamos verdaderamente de nada, puede que algo nos guste, nos emocione, nos haga sentir bien, nos cause placer… eso es gozar, sin embargo disfrutar plenamente es algo mucho más profundo.

HS dijo...

No creo que sea curioso considerar la felicidad como una emoción o un sentimiento. Es más, creo que por ese motivo dependería mayoritariamente de nosotros. Se dice que percibimos, padecemos, sufrimos o gozamos sentimientos, como si el ser humano sólo fuese el experimentador involuntario de los acontecimientos externos. No tenemos control sobre ellos, pero sí sobre lo que sentimos interiormente, lo que nos evocan las circunstancias.

Los psicólogos hablan de “inteligencia emocional”. Es la capacidad para:
- percibir las emociones de manera precisa
- aplicar las emociones para facilitar el pensamiento y el razonamiento
- comprender las propias emociones y la de los demás (empatía)
- controlar las propias emociones

Las personas que son conscientes de sus propias emociones suelen dirigir mejor sus vidas puesto que llegan a un conocimiento de ellas mismas mucho más profundo que las que se limitan a “experimentar” sin tratar de ir más allá. Esa toma de conciencia nos ayuda a adecuar nuestros sentimientos al momento, a tranquilizarnos en situaciones de estrés, a desembarazarnos de sentimientos negativos, etc.

Tal vez ese mecanismo racional no ayude a encontrar la felicidad, pero sí dispone nuestra mente a ello. Una persona pesimista o deprimida difícilmente llega a un estado de felicidad ya que su mente está abrumada por sentimientos negativos.
Creo que aprender a controlar o transformar esas emociones puede resultar muy benéfico. No hablo de reprimirlas, puesto que todo lo que experimentamos, incluyendo el dolor, es necesario para nuestro desarrollo personal. Sin embargo, hay que saber darle la importancia que debe tener. Acepto lo que la vida me depara porque, aunque trate de dibujar el camino que mejor me corresponde, no tengo poder de decisión sobre lo que me ocurre: un accidente, un fallecimiento… Pero sí sobre la manera en que me condiciona. Como dice José María de Pereda: “La experiencia no consiste en lo que se ha vivido, sino en lo que se ha reflexionado”. Y no quiere decir que trate de que no me afecte nada o que sea imperturbable. No reprimo ni aniquilo mis sentimientos, los controlo. Cualquier emoción es necesaria, pero creo que todos estamos de acuerdo en cuanto a que un pensamiento negativo atrae a otro pensamiento negativo. Ocurre lo mismo con la felicidad: una mente alegre y optimista está más propensa a ser feliz.
Lo que describo aquí es el tipo de felicidad “racional” del que habla Javi y la explicación de la cita de John Locke que mencioné y menciona Raquel y con la que estoy totalmente de acuerdo.

Sigo creyendo que la felicidad es un estado de equilibrio emocional, un bienestar personal que se transmite a los demás, una armonía entre nuestro cuerpo y nuestra mente, una comunión entre nuestro ser y nuestro entorno. Y nada tiene que ver con la indiferencia o con la búsqueda de “imperturbabilidad”.
Es la armonía entre lo externo y lo interno, entre lo que sucede fuera y dentro de nosotros más un toque de magia que nadie puede explicar.
Álex dice que no ofrece respuestas… no creo que haya respuestas que ofrecer. La felicidad es personal y depende de uno mismo. No existe un concepto universal. Ni siquiera la Rae es capaz de definirla. Es el deber de cada uno encontrar el camino que conduce a la suya propia.

Álex dijo...

Me alegra que vayamos todos matizando nuestras opiniones. Y gracias, Javi, por darnos esta oportunidad de dialogar y reflexionar conjuntamente. ..

Ahora hemos empezado ya a hablar, creo que con mayor propiedad, del control sobre las emociones (sentimiento o pasiones, como queramos llamarlo) y la acción humana. Javi ha dicho que la felicidad, aunque también implica un sentimiento, una emoción, fundamentalmente es "algo que hacemos". También HS hace alusión reiterada al control de las emociones, y Raquel admite que somos nosotros los que "procesamos" esos sentimientos...

En cualquier caso, el término técnico con el que en teoría de la acción se alude a lo que hemos llamado de maneras diversas, como "emoción" o "sentimiento", es el de pasión. Propongo que usemos éste para no confundirnos y poder diferenciarlo de otros. Este término proviene de la voz latina “passio”, que significa padecer, ser objeto pasivo de un impulso. Las pasiones pueden tener un sentido que denominamos positivo (nos impulsa a actuar en un sentido determinado, como ayudar a otro, a rebelarnos contra injusticias, a buscar la satisfacción sexual, etc.) o negativo (nos hace huir de determinadas circunstancias, como cuando tenemos el impulso de evitar un dolor o buscar la manera de no pasar hambre). Estas pasiones son algo que padecemos, son inclinaciones que sufrimos, que nos invaden en un momento determinado, es decir, que sufrimos, si bien, como hemos señalado, tenemos un cierto control racional sobre ellas: podemos modular estas inclinaciones o incluso anularlas. Un ejemplo trágico de hasta qué punto podemos controlar nuestras inclinaciones o pasiones es el de la anorexia: lo trágico de esta enfermedad no es que una persona haga esfuerzos desmedidos por controlar una inclinación o pasión tan natural como lo es la búsqueda de nutrición, sino que el problema trágico está en que esa persona ha anulado ese apetito, esa inclinación. El anoréxico no es que se fuerce a no comer, sino que no le apetece (no padece esa inclinación natural, la ha logrado anular): aquí está la magnitud de esta enfermedad.

Así pues, me parece que todos estamos de acuerdo en que tenemos una serie de inclinaciones que están bajo nuestro control, al menos hasta cierto punto. De hecho, frente al resto del mundo animal, el ser humano es el que tiene, con muchísima diferencia, menos instintos naturales. Es más, en el caso del hombre no hablamos en sentido estricto de “instintos” sino de “tendencias”, precisamente porque en nuestro caso están bajo el control de nuestra racionalidad. Y es que, como todos sabemos, lo que nos diferencia cualitativamente de los animales es, precisamente, esa racionalidad.

Permitidme, si es que hemos llegado a este acuerdo, hacer una distinción más para procurar avanzar en nuestras reflexiones. Propongo que distingamos esas inclinaciones, sentimientos o pasiones –término que yo os propongo- del concepto de “placer”. El placer es un estado de alegría, de disfrute. A este goce o disfrute espiritual me parece que os habéis estado refiriendo también como algo identificado con la felicidad. Raquel sugiere incluso que todos somos un poco hedonistas porque deseamos ese estado de gozo, de satisfacción, de disfrute emocional, de placer en definitiva. Y tiene parte de razón. Lo que no creo es que ése estado de gozo sea la felicidad, y por lo tanto sea el objetivo prioritario de nuestras acciones. Y lo explico con un ejemplo: actualmente es posible que nos conecten a una máquina con unos electrodos enganchados a nuestro cerebro y, a través de corrientes eléctricas, se estimulen de manera permanente nuestros “centros de placer”. Es decir, podríamos alcanzar un estado de gozo permanente si nos engancháramos a una de esas máquinas. Si la felicidad fuera simplemente ese estado de gozo, está a nuestro alcance lograrla. Sin embargo, ¿por qué no lo hacemos? ¿Estarías dispuestos vosotros a vivir así si os dieran esta oportunidad de gozo permanente?